En
las altas laderas de la sierra de Altamira, entre jaras y pedreras, un espeso
bosque mediterráneo, compuesto de matorrales diversos y recias encinas, abraza
y rodea completamente a las pedreras, dibujando en el paisaje el contorno de
las pedreras, perfectamente definido, en cuyos bordes se camuflan unas plataformas
semicirculares y terrizas sujetadas por muros de piedra donde grandes pilas de
leña fueron transformadas en carbón vegetal, hará unos 70 años.
En los bordes de la pedrera de la imagen se ubican al menos 5 carboneras
La carbonera se forma colocando los troncos de leña
apilados en forma de cono y se cubren con una capa de ramas, bien de jaras o
taramas de encina, más otra capa de tierra cubriendo todo el montículo, dejando
en la parte superior una abertura a modo de chimenea por donde se introducen
brasas y leña para alimentar el horno regularmente, y se abren unos cuantos respiraderos
en la base para airear y avivar el fuego. El proceso durará unos cuantos días
hasta que los leños queden reducidos a carbón, como resultado de la combustión
incompleta de la leña.
Se pueden contar por decenas las carboneras
diseminadas por la solana de la sierra de Altamira, donde toneladas de troncos
de encina fueron reducidos a carbón durante la década de 1940 a 1950, que
permitieron a los propietarios de estos terrenos obtener algún beneficio económico,
aunque hubieron de recurrir a carboneros de poblaciones vecinas porque las
gentes de Navatrasierra no dominaban este singular oficio.
Las fechas escogidas para la elaboración del
carbón, coincidían con los meses fríos quizá porque la combustión sería más
adecuada o quizá también porque en los meses de invierno no se desarrollaba
otro tipo de actividad como podría ser la agrícola, más activa en otras épocas
del año, añadiendo la climatología otro elemento más de dificultad a la dureza
de cortar y transportar la leña a mano por un terreno tan pedregoso, viéndose
obligados a abrir caminos para atravesar las pedreras.
Entre los usos del carbón vegetal cabe destacar: su
utilización en el interior de las planchas tanto en casas particulares como en
establecimientos de sastrería, en las fraguas para forjar el hierro, servía
para las estufas y hornos de los domicilios e incluso como combustible en los
coches de gasógeno.
El oficio de carbonero está ya perdido en el
tiempo, y las carboneras están perdidas
en el monte, pero aún se conservan, y, desde aquí, quiero recordar la
importancia socio-económica que supuso esta actividad para la comarca y, la
importancia de tener en cuenta y señalar estos enclaves como puntos de interés y
complemento para un mejor conocimiento del geoparque Villuercas-Ibores-Jara, así
como de las costumbres y forma de vida de las personas que lo habitaron y lo
han conservado.
Bien explicao
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