jueves, 21 de junio de 2012

CARBONERAS Y CARBONEROS

En las altas laderas de la sierra de Altamira, entre jaras y pedreras, un espeso bosque mediterráneo, compuesto de matorrales diversos y recias encinas, abraza y rodea completamente a las pedreras, dibujando en el paisaje el contorno de las pedreras, perfectamente definido, en cuyos bordes se camuflan unas plataformas semicirculares y terrizas sujetadas por muros de piedra donde grandes pilas de leña fueron transformadas en carbón vegetal, hará unos 70 años.
   
En los bordes de la pedrera de la imagen se ubican al menos 5 carboneras
Trabajo duro, el de carbonero, más aún si el terreno y el bosque a explotar también resultan duros de transitar y de trabajar. El carboneo fue una actividad muy común en muchas zonas boscosas de la Península, y un oficio muy sacrificado sin mucho tiempo para el descanso ni el sueño. Tanto de día como de noche el carbonero debía controlar varías carboneras que se encontraban en diferentes fases del proceso, lo cual exigía una vigilancia continua, y explica que, en los bordes de una misma pedrera se emplazaran varias plataformas.
La carbonera se forma colocando los troncos de leña apilados en forma de cono y se cubren con una capa de ramas, bien de jaras o taramas de encina, más otra capa de tierra cubriendo todo el montículo, dejando en la parte superior una abertura a modo de chimenea por donde se introducen brasas y leña para alimentar el horno regularmente, y se abren unos cuantos respiraderos en la base para airear y avivar el fuego. El proceso durará unos cuantos días hasta que los leños queden reducidos a carbón, como resultado de la combustión incompleta de la leña.
Se pueden contar por decenas las carboneras diseminadas por la solana de la sierra de Altamira, donde toneladas de troncos de encina fueron reducidos a carbón durante la década de 1940 a 1950, que permitieron a los propietarios de estos terrenos obtener algún beneficio económico, aunque hubieron de recurrir a carboneros de poblaciones vecinas porque las gentes de Navatrasierra no dominaban este singular oficio.
Las fechas escogidas para la elaboración del carbón, coincidían con los meses fríos quizá porque la combustión sería más adecuada o quizá también porque en los meses de invierno no se desarrollaba otro tipo de actividad como podría ser la agrícola, más activa en otras épocas del año, añadiendo la climatología otro elemento más de dificultad a la dureza de cortar y transportar la leña a mano por un terreno tan pedregoso, viéndose obligados a abrir caminos para atravesar las pedreras.

Entre los usos del carbón vegetal cabe destacar: su utilización en el interior de las planchas tanto en casas particulares como en establecimientos de sastrería, en las fraguas para forjar el hierro, servía para las estufas y hornos de los domicilios e incluso como combustible en los coches de gasógeno.
El oficio de carbonero está ya perdido en el tiempo,  y las carboneras están perdidas en el monte, pero aún se conservan, y, desde aquí, quiero recordar la importancia socio-económica que supuso esta actividad para la comarca y, la importancia de tener en cuenta y señalar estos enclaves como puntos de interés y complemento para un mejor conocimiento del geoparque Villuercas-Ibores-Jara, así como de las costumbres y forma de vida de las personas que lo habitaron y lo han conservado.
 



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