jueves, 17 de noviembre de 2011

Del Pico La Villuerca a La Nava tras la sierra por el Sendero Apalachense

12 de Nov. de 2011
Siguiendo con la idea de colaborar en la promoción y divulgación del Geoparque de las Villuercas, Ibores y Jara, el pasado día 12 junto a miembros de las Asociaciones Maragatos de Guadalupe y Geovilluercas, hicimos andando la subida al Risco de La Villuerca en compañía de nuestro buen amigo, y mejor profesor, Juan Gil, el cual nos fue ilustrando e introduciendo en ese mundo tan desconocido como es la historia de la tierra a través de los fósiles y de las piedras, al igual que ya lo hiciera por el Valle del Guadarranque esta primavera.

Al final de la tarde y tal como teníamos previsto, Jesús Álvarez hizo la presentación de su libro "La Nava tras la sierra" en la Casa de la Cultura de Guadalupe.

Podeis disfrutar del reportaje completo en el siguiente enlace:
http://www.acrg.es/mediapool/54/548945/data/Subida_Risco_la_Villuerca.pdf

martes, 15 de noviembre de 2011

CASTAÑAS Y CASTAÑOS

Cuando pensamos en el otoño es inevitable asociarlo a un árbol y a un fruto muy otoñal: el castaño y sus sabrosas castañas.
En pleno noviembre tenemos ya madura a la castaña. Cae y se resquebraja el pinchudo erizo que, durante meses, protegió a uno de los frutos más alimenticios y con mejor sabor de cuantos nos proporcionan nuestras arboledas. Decenas de especies de bosque llenarán sus estómagos con las ricas castañas.
                                                       
Fruto también apetecido por la especie humana, es cultivado y cosechado para su consumo. En las poblaciones vecinas de Castañar de Ibor, Navezuelas o Guadalupe los castañares pueblan laderas y montes ofreciendo abundantes cosechas.
Una de las mejores formas de degustarlas es recién asadas a la lumbre en una sartén calvotera, como reza la antigua tradición que reúne a las pandillas de niños y jóvenes junto a la lumbre para saboreas los ricos clavotes, obtenidos después de pelar las castañas asadas.


En uno de los rincones ocultos de nuestras sierras, en la parte más cerrada y profunda de la garganta de La Pedriza, los castaños protagonizan el otoño entremezclados con alisos, fresnos, madroñas y loreras, llenando el bosque con los colores típicos otoñales. Allí sobrevive un conjunto de castaños, renacidos de los troncos de otros más viejos y corpulentos que fueron talados y convertidos en vigas o tablas para soportar los techos y tejados de las antiguas viviendas de Navatrasierra. 

Aún se mantiene en píe un enorme tronco de un viejo y centenario castaño, cuyas dimensiones nos hace imaginar que debió ser un árbol descomunal.    

Este auténtico monumento natural, seguramente se salvaría de la afilada sierra por no ser aprovechable su robusto tronco ahuecado por el paso del tiempo, y requemado por algún descontrolado incendio que, con toda probabilidad, acabó con su fortaleza. Afortunadamente las raíces de su desgastado tronco han conservado la savia suficiente para dar vida a los retoños crecidos de su cepa, que en la actualidad ya son árboles adultos.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

La Sierra cría, …la Sierra pare

Pocas deben ser las piedras de esta Sierra que no hayan sido pisoteadas por las pezuñas de las cabras, considerando que durante más de siglo y medio muchas pastorías se han refugiado y alimentado en la Sierra del Hospital.


La sierra da y la sierra recibe
Cientos de bocas de ganado cabrío han ramoneado las rebollas, madroñas y arbustos de sus laderas; y el mismo número de estómagos han procesado la materia vegetal; y el mismo número de intestinos han expulsado y esparcido miles y millones de cagarrutas, abonando el pedregoso suelo; mientras, las preñadas hembras han gestado sus crías subiendo y bajando por sus empinadas y costosas laderas.
 

Antaño, un buen puñado de pastorías realizaban la trashumancia veraniega a la sierra buscando la frescura de las gargantas y las verdes hierbas de sus laderas, tras haber agotado los pastos primaverales y los campos de cereales. Hoy en día, solamente un par de ellas mantienen esta ancestral forma de pastoreo, iniciada en el mes de julio y alargada hasta principios de octubre, periodo en que las ubres quedan enjutas mientras crece la preñadura.


Octubre es el mes de la paridera
Un año más, al regresar a los corrales comienza la paridera, comienza a nacer el fruto gestado en la sierra. Los pequeños cabritillos rompen la bolsa maternal asomando sus diminutas pezuñas delanteras y su hocico en busca de la vida, tambaleantes y raudos a tomar esos primeros calostros, necesarios para sobrevivir en los primeros días de su existencia, que quizá un día les encamine a recorrer y respingar por los pedregales de la Sierra que los crío.