lunes, 17 de octubre de 2011

LA BERREA DEL CIERVO

El CIERVO es el señor de los montes de la Sierra del Hospital, codiciado por los cazadores por su cornamenta, y admirado por los amantes de la naturaleza por su belleza. Entrado el mes de septiembre, su cuerna ya alcanza su máximo esplendor, desarrollada a lo largo de todo el verano, después de haberla dejado caer en los comienzos de la primavera.

En los atardeceres de mediados de septiembre se va dejando entrever en los claros del bosque, donde se ha ocultado durante los meses más calurosos escondiendo la vergüenza de encontrarse desmochado y de verse renovando su cuerna perdida, su orgullo perdido por sentirse desarmado. Sabedor de que conseguirá una más grande, más fuerte y más poderosa, aguarda oculto entre los espesos matorrales, alimentándose pacientemente, hasta tener sus defensas totalmente desarrolladas para defender sus territorios y medir sus fuerzas con otros ciervos, poderosos adversarios, que le disputaran los derechos sobre su territorio y sus hembras. 





El final de la estación veraniega y el comienzo de la estación otoñal marca el inicio de la berrea, uno de los espectáculos sonoros y visuales más impresionantes de muchas serranías ibéricas. Durante las dos últimas semanas de septiembre la Sierra del Hospital se ve invadida por los profundos berridos emitidos por los venados desde lo más profundo de sus gargantas, que, encelados, reclaman a las ciervas en los claros del monte, mientras los machos aspirantes les provocan y asedian para desplazarlos y arrebatarles los honores de perpetuar la especie. Privilegio que sólo alcanzarán los más fuertes y vigorosos, los mejor dotados genéticamente, cómo así lo exige la vida salvaje en la naturaleza.

 Las largas jornadas de berrea que se prolongan sin descanso desde el atardecer hasta el amanecer, rompiendo la oscuridad de la noche con los roncos y profundos bramidos que no cesan y se propagan por cada rincón de los montes, dejando únicamente  las calurosas horas centrales del día para sestear y descansar, agotan a estos fabulosos animales que derrochan todas sus energías, acumuladas en su retiro veraniego, dedicados a la lucha por reproducirse que solamente ocurre una vez al año, cuando las ciervas se muestran receptivas durante el periodo de celo.
Transcurrida la primera semana del otoñal octubre la intensidad de la berrea va decayendo día a día,  hasta perderse en la lejanía los ocasionales bramidos de alguno de los machos que siguen marcando su territorio, rodeado de las ciervas que perpetuarán su sangre y sus cornamentas, transmitiendo su fuerza y valor para afrontar futuras berreas…
 

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